Puntada tras puntada, un grupo de artesanas que se dedican al bordado a mano en las comunidades rurales del Cuenca, Gualaceo y Paute trabajan para mantener vivo este laborioso arte.
Agrupadas en la Cooperativa Centro de Bordados Cuenca, desde hace 29 años treinta y cinco mujeres bordan sobre tela, paja y también plasman coloridas tarjetas con las tradiciones indígenas y paisajes del Ecuador.
“Nuestros bordados tienen identidad cultural, identifican a nuestro país, en lo que se refiere a flora, fauna, construcciones y tradiciones·, explico Aida Maita representante legal de la cooperativa.
Miata señala que los diseños de algunos de sus bordados pertenecen a la altura Jama Coaque (350 a.C. – 1532 d. C.). Esta habitó las zonas comprendidas entre el cabo de San Francisco, en Esmeraldas hasta el norte de Manabí.
Entre sus instrumentos de trabajo, las socias de la cooperativa poseen un extenso catálogo que contiene cientos de figuras de las culturas de la época prehispánica, de allí ellas producen los diseños.
El proceso inicia con el dibujo del diseño sobre papel, luego se lo plasma en la tela para proceder al bordado. Las horas de labor y la complejidad del modelo determinan el costo de los productos. Así, una tarjeta en la que se emplea hasta 15 horas de trabajo puede costar 25 dólares. Los diseños son variados y se han adaptado a los requerimientos de los clientes y de las diferentes culturas que los visitan.
“Hemos bordado motivos culturales de Suecia, Austria y Norteamérica”, señalo Maita y recalcó que, en el año 2014, el Centro de Bordados Cuenca obtuvo el Reconocimiento de Excelencia de la UNESCO para la Artesanía de la región andina.
Este reconocimiento lo lograron con el bordado de tarjetas con motivos de las comunidades shuar y huaoranis. Un papagayo amazónico y de Baltazar Ushca, conocido como “EL último hielero del Chimborazo”.
Sombrero para mujer bordado a mano con rosas representativas de la localidad.
Raquel Lema, socia de la cooperativa de Bordados Cuenca, lleva en esta labor 29 años. Ensarta el hilo en la aguja con total destreza y empieza su trabajo en una tela colocada en un tambor, que contiene un soporte desde el piso. “Nuestro bordado, como es a mano, tiene la misma figura al derecho y al revés”, menciona Raquel sobre el estilo de su trabajo.
En 1989, las socias empezaron trabajando mantelería para exportar a Suiza en tela blanca e hilo blanco. Sin embargo y debido a la competencia con el bordado a máquina decidieron innovar en cuanto a diseños y colores e incursionaron en bordador para tarjetas. Así plasman sus diseños a mano sobre sombreros, chompas, bufandas, carteras, ponchos y camisetas. Sus creaciones las venden a nivel local, nacional y exportan a Austria y a Houston.
Pero el miedo a que los productos artesanales desaparezcan son un constante tormento para Aida Maita que nos menciona, “Muy poca gente reconoce lo que cuesta y el segmento de mercado es muy reducido, por lo que la artesanía tiende a desaparecer”, expresó.
Una de las dificultades que enfrentan según Maita es el bajo pago por su labor. En este contexto, las socias de la cooperativa piden una política pública con el objetivo de que las artesanas, de acuerdo con su rama, tengan un espacio propio en el país.
Aida Maita, representante legal de la cooperativa Centro de Bordados Cuenca.